Cuando se me propuso hacer el epílogo sobre este magno estudio ritual,
“Bristol, un Ritual inglés del Siglo XVIII”, no lo dudé dos veces: se trataba de un trabajo único y llevado a cabo por dos
Hermanos de absoluta solvencia masónica e historiográfica: Víctor Guerra y Saúl
Apolinaire (ya en el Oriente Eterno).
Me unía además de la amistad, un vínculo de admiración académica
y ejemplar actitud, plasmado
concretamente desde el “Círculo de Estudios del Rito Moderno y Francés Roëttiers
de Montaleau” del que me siento honrado formar parte, y con quienes llevamos a
cabo diversos trabajos pioneros en el ámbito de la masonería iberoamericana.
Este libro, no es uno más de los muchos que,
respetuosamente, abundan. Es un Trabajo único hasta el día de hoy, y que aborda
estratos que siempre quedan en el limbo bien sea por impotencia o complejidad.
Querría poder expresar en palabras aquello que nace del
corazón y del alma, pero estoy convencido que tal labor sería imposible. Es por
ello que además de recomendar su lectura imprescindible a todo amante de la Orden, Historiador o Masonólogo,
tengo la seguridad de que el lector obtendrá algo que siempre busca: conocimiento
(y más Luz para el Francmasón).
Estos 300 años conmemorativos de la fundación de la Francmasonería
especulativa vienen repletos de actos, homenajes, agasajos. Providencialmente,
estas fechas han querido que dé a luz esta obra única, no sólo en un continente
en concreto, sino a nivel mundial, legado para todo masón, académico o simple
buscador de la verdad.
Dicho esto, les dejo con un pequeño extracto de mi modesto
epílogo:
Aquellos que hemos tenido acceso a este estudio, somos
ciertamente afortunados.
Nos encontramos ante una obra para sibaritas, estudiosos, o
sencillamente buscadores de esa verdad histórica que por desgracia aparece
manipulada y mal mitificada en una y otra orilla de la absurda divergencia
conceptual denominada “Regularidad”. En todo caso, “esta joya” quedará como
inicial referente ante unas cuestiones no menores.
Saúl Apolinaire, ya en el Oriente Eterno, brillante académico
investigador, y amante de una humilde discreción ejemplar, se une al potencial
de conocimientos del Hermano Víctor Guerra, referente en el estudio del Rito
Moderno, para plantear algo, hasta ahora, inédito.
Francamente ejercer un desarrollo personal de sus análisis y
estudios comparativos estaría absolutamente fuera de lugar, máxime compartiendo
sus conclusiones finales, y teniendo el honor de compartir membresía con ambos
en el Círculo de Estudios del Rito Moderno y Francés “Roëttiers de Montaleau”.
Entrando en materia, sin más dilación, este análisis ritual
nos indica a todas luces que es de naturaleza “Antigua”. La pregunta sería: ¿es
esta cuestión absolutamente transcendental?
A modo analítico sí, obviamente. No obstante me voy a
permitir exponer unas humildes consideraciones que creo, en el fondo, pueden
ser vitales, al menos bajo mi prisma.
Debiéramos remontarnos “ab origo” al tremendo desacuerdo “Antiguos
versus Modernos”. Hay mil y un estudios al respecto, pero sea como fuere, la
actual historiografía nos plasma una misma fuente procedimental: el abandono
del Rito de los Antiguos Deberes y la imposición, aunque transmutada, del
denominado Rito del Mason Word.
Formalmente eso es así sin discusión. Este libro nos indica
sabiamente cómo algunos de los puntos de desacuerdo entre ambos realmente no
eran tales. A modo de ejemplo, la Instalación del Maestro de la Logia ya era realizada en
sus inicios Modernos (otra cuestión es que no fuera seguida por el resto de su
jurisdicción, para lo cual se puso solución). Apuntemos a modo de ilustración,
que La Logia
de Antigüedad no era otra que la Logia muy antigua (los ingleses dicen en ese
caso: «a time immemorial Lodge») que se reunía, en 1717, en la taberna que
tenía como letrero «el Ganso y la Parrilla» en el cementerio
Saint-Paul. Esta Logia fue una de
las cuatro fundadoras, el 21 de junio de 1717, de la Primera Gran Logia de
Londres.
En 1761 tomó el nombre de "West
India and American Lodge" y en 1770 adoptó el de "Lodge of
Antiquity".
Es importante anotar que esta
Logia nunca pasó bajo la jurisdicción de los Antiguos y permaneció fiel a la G. L. de 1717,
excepto de 1777 al 1787 cuando, teniendo a su cabeza el celebre escritor
masónico William Preston, conformó, a consecuencia de una disputa con la Gran Logia, la «Grand
Lodge of England South of River Trent», trabajando bajo la autoridad de la Logia «of All England» en
York.
En lo que concierne a la ceremonia de Instalación del Maestro de la Logia, "Lodge of Antiquity" afirma
comunicar unos secretos particulares en el momento de la instalación del
Maestro por lo menos desde el 1726 (B.E. Jones o.c. p. 248) y
conceder desde el 1739 un rango privilegiado al Pasado Maestro Inmediato.
Pienso también (y no de forma gratuita) que tanto en la
disensión basal de Antiguos y Modernos, como en la Gran Logia de Wigam, donde
el Ritual Bristol se llevaba a cabo por algunos, esos disensos eran fruto de
ambiciones de poder fruto de una excipiente burguesía y de otros aspectos
sociológicos que aquí no desarrollaré por meritar un trabajo externo, más que
de aspecto iniciático-formales.
Entendamos que el cambio de usos rituales era frecuente, ya
no sólo en Gran Bretaña, sino también a nivel europeo continental. A modo de
apunte, la existencia en Francia de los Stuarts dentro de un procedimiento
acorde al Rito Moderno es indiscutible. Así el ritual Berté de 1788 nos indica
claramente: “los dos Stuarts (Stewards de las logias
inglesas), uno colocado al medio de la columna del mediodía, y el
otro a la mitad la columna del Norte; llevan en la mano, el primero, un bastón
de 6 pies con un sol de oro en la parte superior, el segundo, un bastón similar
con una Luna. Estos Hermanos acompañan cuando se rinden honores y ayudan a los
vigilantes cuando las columnas son demasiado largas. Podríamos citar
múltiples ejemplos puntuales, pero extensos, donde se ejecutaba la
multiplicación de Expertos como Oficio, o asimismo, el cambio “formal” en las
recepciones, era propio e incluso bien considerado en Orientes como los Países
Bajos y aún de uso y buen ver en los orientes belgas. Así, el masón viajero, se
enriquecía con esa pluralidad de quehaceres que no vulneraban, en definitiva,
los puntos esenciales de la
Orden.Yendo más allá, hoy en día apreciamos formas diversas
de su Rito Moderno (auque analíticamente sea cuestionable por algunos injertos
o deformaciones).
En la ctualidad, ¿qué nos queda?: Una metodología ritual
diferencial.
Sin ninguna duda el “Bristol” sigue el concepto de los
Antiguos (posteriores en el tiempo a los Modernos calificados despectivamente
así por estos últimos).
Sea como fuere, la finalidad ritual debe conducir a una
misma meta, objeto último de la práctica masónica.
A nivel formal, el masón y estudioso (redundando, porque no
se puede ser masón y no estudioso) simplemente debe observar la estructura simbólica
fundamental (sin más aditamentos ni articulaciones argumentales de segunda fila,
complicaciones más políticas que iniciáticas):
Tres Grandes Luces:
Sol, Luna y Maestro de la Logia, en Rito Moderno
Escuadra, compás y Libro en los Antiguos
¿Cuál fue la resolución ante esta diferencia? ¿Dónde quedó
el espíritu fundacional ecuménico de Désaguliers?
Simplemente, en mi muy humilde opinión fue bufa. Ante la
“victoria” de las posiciones “Antiguas”, se denominaron a las primeras Tres
Grandes Luces Secundarias. Este “juego de manos” cual trileros, incluso fue
utilizado en el Rito Francés por Groussier en sus rituales siendo Gran Maestre,
y presionado por muchos miembros de su obediencia que pretendían una cierta
recuperación simbólica que fue prácticamente vaciada en el último cuarto del
Siglo XIX dejando unos rituales huecos y víctimas de “l’air du temps”
político-social imperante. ¡De qué modo más lastimoso se diluyó la regulación
del 1786 con el paso del tiempo!
Es más: las obediencias afines, por aquello del histórico
Reconocimiento, ingirieron semejante sumisión y deformación ritual para todo
rito Moderno, incluso después de su repudio, y algunas recuperaron plegarias
para más “explanación” en aras de conservar su acta de Regulariadad.
Me queda una incógnita irresoluble: ¿Cómo aquellos
defensores y portaestandartes del Rito Moderno, desde su estatus de actual Regularidad,
aceptan dicho “chantaje”?
Tal vez no sea tan difícil la respuesta: política
obediencial.
Finalizo reiterando mi visión de este excelente estudio y
agradeciendo que, hoy en día, continúe habiendo masonólogos como Saúl Apollinaire
(ya en el Oriente Eterno) y Víctor Guerra, que nos abran puertas de reflexión,
análisis y meditación.
Ejemplos a seguir con todo mi reconocimiento y afecto.
Joaquim Villalta, Vª Orden, Gr.·. 9 del Rito Moderno o
Francés
Miembro del Sublime Consejo del Rito Moderno para el Ecuador
Miembro de Honor del Gran Oriente de Colombia
Director de la Academia Internacional de la Vª Orden de la
Unión Masónica Universal del Rito Moderno
Vicepresidente del Círculo de Estudios del Rito Moderno o Francés "Roëttiers de Montaleau"