23 agosto 2023

Jorge Elías Adoum. Apuntes biográficos

Otro de los más destacados autores de referencia en la instrucción simbólica y filosófica masónica en el ámbito iberoamericano, es Jorge Elías Adoum. Importante y prolífico escritor, es de justicia dar a conocer, aunque de forma condensada, su biografía. Este autor nos deja un legado de análisis e incursión pedagógica en la masonería simbólica y de grados colaterales aportando una visión personal muy marcada, aunque también muy interesante para ser analizada y tenida en cuenta dentro de un estudio amplio. 

Publicamos esta entrada gracias al material de estudio biográfico proporcionado por el MIlH Alain Zegarra Sun del Gran Oriente del Perú quien generosamente me ha proporcionado sus fuentes documentales.

Joaquim Villalta, Vª Orden, Gr.·. 9, 33º

 JORGE ELÍAS ADOUM

Jorge Elias Adoum o Mago Jefa, escritor y médico naturista. Nació el 10 de marzo de 1897 en la propiedad agrícola de su padre, Francisco Adoum, en Karf-Shbeil, cerca de Biblos, Líbano, y pertenecía a una familia católica maronita. Todavía en el Líbano, inició sus estudios superiores (y allí inició el proceso de su Iniciación en las Escuelas de Ocultismo), y los finalizó en Lyon-Francia, graduándose en Medicina. Sufrió en el Líbano los horrores de la guerra de 1914 cuyos relatos, en parte, se encuentran en su libro "Adonai".

Vivió la mayor parte de su vida en Ecuador, donde crió a su familia.

Recorrió casi todos los países de América del Sur dando conferencias gratuitas, editando sus obras, haciendo el bien.

Vivió muchos años en Brasil y falleció en Petrópolis, Río de Janeiro, el 4 de mayo de 1958, a causa de un derrame cerebral, a la edad de 61 años, y cumpliendo su voluntad, es enterrado en la ciudad donde se le recuerda como “ Jefa, el Venerable” [Nota: Al parecer, el mismo Jorge Adoum fue advertido por Issa de que su vida debía terminar por el corazón, como se puede leer en el libro “O Batismo da Dor”].

Era una persona hermética con respecto a su vida. Su infancia debió ser difícil, como la de todos los cristianos de Europa del Este y Oriente Próximo, revestida de extrema crueldad la ocupación turca, como atestiguan hechos notorios, provocada por el fanatismo otomano en los países árabes y en Europa. Las restricciones impuestas por los turcos eran draconianas, hasta el extremo de prohibir acercarse al mar, y cualquiera que lo hiciera era fusilado por algunos de los guardias civiles que custodiaban las playas, durante la guerra ni siquiera podían salar los alimentos, como sal era escaso, particularmente entre los cristianos. Sin embargo, los turcos no pusieron obstáculo para que sus súbditos emigraran, por lo que les otorgaron pasaportes y salvoconductos para salir del imperio. Así, cuando las cosas se pusieron difíciles entre 1900 y 1918, hubo una avalancha de cristianos libaneses, sirios y palestinos hacia América, razón por la cual se les dio erróneamente el 'gentilicio' de turcos a todos los inmigrantes que se identificaban con tales documentos.

Una vez les dijo a sus hijos que durante la Primera Guerra se había unido al Emir Faisal de Siria como su secretario, luchando por la independencia de su país, y cuando le preguntaron por qué no se quedó a su lado, explicó que una inoportuna sentencia de su cambió de opinión, de vida y quizás de su país, añadiendo: “El Emir me invitó a volver cuando me instalé aquí, pero ya era demasiado tarde”.

Hacia 1916 llegó a su casa la noticia de que había muerto en el frente de batalla. Su padre y su hermano decidieron hipotecar las tierras de la familia a un usurero e irse a América. Sin embargo, no había muerto, y al terminar la guerra volvió a su casa en busca de refugio, perseguido, sin la protección del Emir Faisal y con la cabeza puesta a precio de nacionalista, encontró que la tierra ya no les pertenecía y que sus familiares se habían ido a Ecuador. Luego salió del Líbano y nadie que conociera volvió a saber de él hasta 1924, cuando llegó a Ecuador. Procedente de Francia, estudiando, porque cuando llegó al Ecuador hablaba y escribía correctamente el francés, idioma que no se enseñaba en los colegios y universidades del Líbano hasta 1918. Sabía Medicina Naturista, Hipnotismo y Sugestión, que no eran materias en las escuelas de medicina en Europa en ese momento, lo que plantea un interrogante adicional en la investigación de lo que se podría haber hecho durante este período.

Llegó a Ecuador con la salud frágil, en busca de sus familiares, pero se sorprendió de no encontrarlos, pues su padre y su hermano, uno tras otro, habían viajado a Brasil, donde vivieron hasta su muerte.

Los médicos le recomendaron radicarse en la Sierra, porque el clima de Guayaquil sería fatal para él. el medico Abel Gilbert diagnosticó tuberculosis y pronosticó tres meses de vida. Fue así como decidió viajar a Ambato, donde, superada su dolencia, que distaba mucho de ser la terrible enfermedad de aquellos tiempos, conoció a través de una amiga, Juana Auad Barciona (quien luego sería su esposa), una libanesa, sólo niño, que llegó al Ecuador con sus padres cuando tenía 5 años y acababa de enviudar. Con ella tuvo cinco hijos: Violeta, Jorge Enrique, Handel, Wagner (fallecido en 1977) y Nancy.

Ambato en 1924 era una ciudad poco apta para manifestar su talento. Incapaz de practicar la medicina que conocía, trató de sobrevivir con el comercio, pero descubrió que no tenía aptitudes para este campo. Y, de hecho, durante el resto de su vida mostró un completo desinterés por el dinero, lo que justificó su fracaso como comerciante. Cuando un amigo acudió a él por cuestiones de salud, no pudo cobrarle el tratamiento. Aún así, más tarde, cuando obtuvo la autorización para ejercer la medicina, consideró indigno recibir honorarios por curar a los enfermos, provocando la natural irritación de su mujer, que debía hacer frente a las limitaciones económicas de un hogar con cinco hijos; por eso, mientras ejercía la medicina, siempre se adhirió a la generosidad de sus pacientes sin pedir jamás un centavo.

En el aislamiento cultural que mantuvo en Ambato, se dedicó a la pintura con razonables resultados en los sentidos formal y artístico y deplorables económicos, pero en el terreno intelectual se fue ahogando. Para combatir el aburrimiento, aprendió a tocar música clásica en el violín, tradujo y publicó “As Asas Quebradas” de Khalil Gibrán, probablemente dando a conocer por primera vez en Ecuador a este reconocido poeta, y “A Eva Moderna” de Nicolás Haddad, otro notable escritor libanés.

Para el Cuerpo Médico del Ecuador en la década de 1930, cerrado a innovaciones o investigaciones de nuevas técnicas, Adoum era solo un hechicero irresponsable, a pesar de que quienes acudían en su ayuda lo hacían cuando los médicos académicos se habían rendido ante ellos.

En 1935 buscó horizontes más amplios en Quito y se mudó con su familia a la capital. Allí, con mejores elementos culturales, pudo desarrollar su capacidad, aunque siempre dentro de limitaciones extremas. Publicó una revista teosófica llamada “Eu Sou”, cuya circulación se produjo en el extranjero, con ventas muy limitadas en el país. Este año asistió el Jefe Supremo Ing. Federico Páez, de la grave enfermedad que padecía, y fue recompensado con una autorización para ejercer libremente la medicina en el Ecuador. Entre las importantes curas que realizó está la de una señora llamada María de León, que sufría de ataques de asma desde hacía muchos años, habiendo visitado a cuantos médicos conocía, sin resultado alguno. Adoum le dio un tratamiento de hipnosis y le recetó que a las cinco de la mañana caminara descalza por el pasto del parque El Ejido de Quito. María de León, después de unos meses, dejó de tener ataques de asma. En 1978 (43 años después) una revista médica rusa de la Unión Soviética publicó que los médicos rusos estaban experimentando, para el tratamiento del asma, marchas sobre la hierba, al amanecer, porque durante la noche se acumulan los rayos cósmicos, beneficios para los asmáticos. en las hojas y puede ser utilizado por los pacientes antes de que el sol y el tráfico reduzcan su potencia. Adoum nunca reveló la fuente donde aprendió este tratamiento, ni vivió lo suficiente para leer el artículo antes mencionado. Nunca ejerció la medicina en ningún otro país que no sea el Ecuador.

En 1943 Líbano logra la independencia, por lo que Adoum se convierte en el fundador y primer presidente del Centro Cultural Árabe, en Quito, cuyo órgano de publicidad fue la revista ‘Oasis’, de la que salieron 16 números en tres años.

Desde 1946 su existencia ha cambiado por completo y ha estado llena de satisfacciones personales en el campo espiritual y la admiración que le tenían sus discípulos supera toda consideración. Su generosidad hizo que las limitaciones económicas que sufrían en el Ecuador fueran superadas sin esfuerzo; ya era una figura muy conocida en el continente sudamericano, en el campo esotérico.

Vivió indistintamente entre Chile, Argentina y Brasil. Finalmente, en 1950, decidió instalarse en Río de Janeiro, desde donde visitó otros países. La venta de sus libros se ha multiplicado y sigue siendo un éxito en las librerías de América Latina. Ese mismo año, la Comisión Divulgadora de las Obras del Dr. Adoum, cuya sede aún se encuentra en Santos Dumont, estado de Minas Gerais.

1953, muere su esposa.

En 1955 viajó a Buenos Aires y alguien cometió la indiscreción de hacerle saber en qué hotel se hospedaría. Se quedó tranquilo la noche de su llegada ya la mañana siguiente la policía se presentó en su habitación pidiéndole que abandonara la ciudad lo antes posible. Esta actitud descortés le resultaba del todo incomprensible, pues aún no se había enterado que el Hall del Hotel estaba repleto de personas en sillas de ruedas, con muletas y rostros marcados, que querían visitar al Dr. Adoum por razones médicas; hecho que obligó a la administración a llamar a la policía.

En abril de 1957 se vio afectado por un trastorno circulatorio que duró 20 días, durante los cuales su salud fue muy crítica, lo que le llevó a experimentar experiencias psíquicas excepcionales, dando como resultado el libro “20 Días en el Mundo de los Muertos”.

En cuanto a sus características personales, era alto, corpulento, muy esbelto, de porte imponente y cuidado en el vestir. Su mirada, nunca inexpresiva, era penetrante e inspiraba miedo o ternura, según quien fuera el interlocutor. Hablaba muy claro, nunca en voz alta pero siempre claramente audible, en un tono firme y seguro. Tanto en español como en francés, hablaba casi sin acento, con gran propiedad. Solía ​​levantarse temprano y comenzar el día con sus ejercicios de respiración, que incluían ciertos sonidos de las cuerdas vocales, muchos de ellos con la boca cerrada, emitidos de manera tenue, muy prolongada, que variaba en tonalidad. Como dato curioso, también cabe mencionar que Adoum practicaba la adivinación a través de la ceniza del cigarrillo y los posos del café como pasatiempo, técnicas muy antiguas en Oriente para este tipo de aficiones.

La grafía con la que escribió su apodo, incluida una letra 'O' entre la 'D' y la 'U', proviene de su pasaporte expedido por las autoridades francesas, en cuyo idioma es imprescindible escribir 'Adoum', para que suene el igual que 'Adum', en español.

El seudónimo de “Mago Jefa”, que consta de las iniciales de su nombre más el nombre de bautismo de su padre según la costumbre de los árabes (Jorge Enrique Francisco Adoum), es el nombre que identificó su producción literaria posterior.

Otro aspecto, notorio al hacer una búsqueda en google con el nombre de Adoum, es la aparición de 'otro' Adoum: es el hijo del Mago Jefa cuyo nombre es Jorge Enrique Adoum. Jorge Enrique Adoum es un notable poeta ecuatoriano, nacido en Ambato en 1926. Fue secretario del no menos notable poeta chileno Pablo Neruda, quien ganó el Premio Nobel de Literatura en la década de 1970. Se dice que una vez Neruda, comentando a J. Enrique Adoum, expresó: Es la flor fina de la poesía.

Maestro de FRA y Masonería, el Dr. Jorge Adoum, Mago Jefa, nos legó una preciosa colección de obras iniciáticas, que tratan de las fuerzas interiores que tiene el hombre, sin saber que las posee. Varias de sus obras descubren significados ocultos en las sagradas escrituras de todas las religiones, particularmente la cristiana. Todos sus libros pretenden predisponer al hombre a despertar y activar sus inclinaciones superiores, brindándole prácticas para lograr la salud física, mental y espiritual.

Dos de las primeras novelas que escribió, 'Adonay' y 'El bautismo de dolor o lo que le sucedió a Adonay' son relatos aparentemente autobiográficos de su vida en el Líbano, cerca de Oriente y Francia; sin embargo, cada vez que le preguntaban si realmente podían ser considerados como hechos de su vida, aludía sistemáticamente a una respuesta objetiva, diciendo que la pregunta carecía de importancia, actitud que mantenía, según explicó a uno de sus hijos, por temor de que se hubiera cultivado una reverencia por su persona, por la admiración que tenía y tiene entre sus discípulos.

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