El
Método masónico pretende conducir al ser humano a armonizar de forma virtuosa
su pensamiento, palabra y obra. Todo desequilibrio en estos términos nos aleja
de la realización personal y del objetivo de la perfección. No en vano los
signos de reconocimiento para cada grado nos evocan la importancia de estos
conceptos esenciales, resultando dificultoso con frecuencia pulir aquellos
aspectos más sutiles por situarse menos evidentes a nuestro intelecto debido a
su ubicación primaria o instintiva.
Son
muchas las tradiciones orientales que contemplan al individuo estructurado
donde coexisten diversos planos diferenciados en su nivel evolutivo. La
experiencia nos advierte de la facilidad de descenso a los inferiores, cuya
consecuencia inmediata, es la percepción interna del citado desequilibrio
conducente sin duda a un estado de “No Paz” y resultados destructivos y de
dispersión tanto internos como externos. No obstante, resulta también fácil
para el hombre evolucionado percibir y controlar anticipadamente estos estadios
sin gran dificultad, pues de lo contrario la lectura resultante no es otra que
deducir que no nos encontramos tan elevados como habíamos presupuesto. El
ascenso a estados de conciencia superiores requiere de nuestro permanente
examen y rectificación, aportándonos como salario de nuestra empresa una visión
más comprensiva y de mejor entendimiento sobre nuestra real naturaleza y
pertenencia a un conjunto que podría denominarse “Cósmico”. En este “Todo”
convivimos y coexistimos personas de distinto estado evolutivo, y lejos de
contemplar vanamente los elementos diferenciales, debemos exigirnos reconocer
nuestra común íntima Naturaleza aplicando la práctica de las virtudes
cardinales desde la máxima humildad. Es en estas personas donde se lleva a cabo
la perfecta sintonía a la que hacía referencia entre pensamiento, palabra y
obra, siendo teoría conceptual y práctica de vida una misma cosa sin
contradicción: esto es el Arte Real sin ninguna duda.
Pero
para ello precisamos de un lugar único, de espacio-tiempo, donde llevar a cabo
el trabajo utópico de alcanzar la Perfección, aproximarnos a ese G.·. A.·. D.·. U.·. para algunos concebido
como elemento simbólico de lo Bueno, lo Bello y lo Justo. Ese lugar es la
Logia. En ella se fundamenta el crecimiento desde la individualidad colectiva,
concepto este que puede aparentar contradictorio, pero que en definitiva no es
más que la caracterización de dicho método donde nuestro ser más íntimo puede
florecer y crecer libremente gracias a la interacción con el resto del grupo
selecto y cerrado al abrigo de la realidad externa, a cubierto de las
distorsiones de aquello que denominamos Profano.
Es
este conjunto de individualidades que comparten un mismo fin generando un
espacio Sagrado, entendido como digno de veneración y respeto, el que configura
la Logia, y es solamente en su interior donde esa sinergia constructiva es
realizable mediante la vivencia Ritual.
Parece
importante precisar seguidamente qué entiendo por Logia: una Comunidad
Iniciática reunida por un mismo Rito y alrededor de él.
Sabemos
que el Rito, en sí mismo, no tiene necesariamente necesidad de un local puesto
que él mismo define el espacio y el tiempo de su celebración, ¡el sólo vehículo
del que verdaderamente se necesita somos nosotros! Y es esta estrecha interacción
entre el Rito y nosotros mismos lo que hace la Logia.
Partiendo
de aquí, estamos obligados a trasportar esta noción material de la Llave a una
noción mucho más informal, en todo caso simbólica; la Llave de la Logia se convierte
en otra cosa que un simple objeto, es un órgano ritual esencial que nos permite
abrirnos a nosotros mismos, y nosotros a los otros, por la intermediación del
Rito que es la Puerta.
Del
mismo modo que decimos abrir o cerrar una puerta, decimos abrir o cerrar los Trabajos:
si las palabras son las mismas, concebimos que se dirigen a dos niveles distintos
de comprensión.
La
Logia somos nosotros mismos, con y para los otros. La puerta de la Logia es el Rito.
La Llave es lo que permite la celebración del Rito. Y esa llave es el
elemento articulador de la Palabra.
Los
masones hemos querido ligar etimológicamente el término Logia al Logos
griego, o Verbo latino,” defensa,
argumentación, verbo, palabra”, en el sentido de que en estos lugares de
reunión se habla o se transmite enseñanza a través de la palabra.
Sin
embargo no hay evidencia filológica de que ello sea así.
Logia proviene del italiano loggia:
‘galería’ que a su vez procede del fráncico laubja: ‘cobertizo
enramado’, que posiblemente deriva del término germánico leaf:”hoja”. Sea como fuere, esa heredad
simbólica importada de la masonería operativa también nos sería de absoluta
utilidad, dado que era en esos cobertizos donde los masones guardaban sus
herramientas, descansaban, se cobijaban y hacían sus recepciones Rituales según
el Rito de los Antiguos Deberes.
Así,
vincular al Logos esta colectividad generadora de crecimiento es simbólicamente
bien llegada.
La Logia toma sentido pues
por la palabra y su poder.
La
palabra simboliza la afirmación creadora de la realidad haciéndola existir
desde su estado potencial. Por tanto debe evocar consecuentemente a la idea o
espíritu original reavivando en el masón una determinada forma mental. Con la
Palabra, participamos consciente o inconscientemente del poder creador del
Verbo, entendiendo este término como sinónimo de Logos o principio racional del
Universo. Miembros y parte del Cosmos, aunque de infinitesimal magnitud,
nuestra importancia es vital en la Obra conjunta. No hay pieza de un
sofisticado mecanismo de precisión que deba despreciarse por su tamaño, pues
todas ejercen su necesaria función e interactúan entre sí, generando tensiones
y desequilibrios en nuestro mundo Objetivo cuando el funcionamiento de alguna
de ellas es deficiente.
Es
desde este ángulo de visión donde el francmasón valora la capital importancia
acerca de su responsabilidad para tender hacia la perfección individual y de su
encaje en el conjunto. Consciente de la complejidad que entraña su misma
individualidad como microcosmos en su propio interior, debemos afanarnos
primero en hacer coherentes nuestras fuerzas internas. Es por ello que
conocedores de nuestro objetivo, poseedores de unas potencialidades
desconocidas por nosotros mismos en muchos casos, y practicantes de un método
de crecimiento y mejora, asumimos gustosos y libremente la búsqueda del
equilibrio y la armonía con nosotros mismos y con nuestro entorno. Nuestra
“conexión” con nuestros semejantes se efectúa por medio de la Palabra en su más
amplio significado semántico. Me pregunto: ¿somos conscientes de su real valor,
significado y poder?
Pensamiento,
palabra y obra, conforman un ternario de un mismo Todo y naturaleza. Todo matiz
negativo o uso inapropiado de alguno de éstos generará sin duda un
desequilibrio en el conjunto de consecuencias seguras tarde o temprano.
La
Palabra y su Uso debe ser para el Masón la representación en
sí misma de su ser y naturaleza interna: esa manifestación fónica del citado
Ternario que muestra inequívocamente su real estado evolutivo y su efectiva
aportación a la Gran Obra Universal. Su adecuado uso le permitirá ya no sólo
interactuar acertadamente con sus congéneres, sino ascender también a cotas
mayores de perfección como medio conector con otros estados de consciencia.
No banalicemos
su poder: la Palabra Crea o Destruye en función de antagónicas canalizaciones
de una misma energía. Hagamos un buen uso de ella, congruente con pensamiento y
acción, para que el resultado sea siempre lo más elevado posible.
Es pues en la
Logia donde nace, crece y se ejercita colectivamente este Poder, manifestado
tanto a nivel del Microcosmos Humano, como también representación del Cosmos,
del Universo, todo ello sabiamente contenido y representado en nuestro Tapiz.
He dicho.
Joaquim Villalta, Vª Orden, Gr.·. 9, 33º
M.·. I.·.
Director de la Academia Internacional de la Vª Orden - UMURM
Gran Orador del Sublime Consejo del Rito Moderno para el Ecuador
Miembro Honorario del Soberano Grande Capítulo de Cavaleiros Rosa-Cruz de Portugal - Gran Capítulo General del Rito Moderno y Francés de Portugal
Miembro Honorario de la R.·. L.·. Estrela do Norte nº 553 del Grande Oriente Lusitano
Gran Canciller para Europa del Gran Oriente Nacional Colombiano
Gran Orador del Sublime Consejo del Rito Moderno para el Ecuador
Miembro Honorario del Soberano Grande Capítulo de Cavaleiros Rosa-Cruz de Portugal - Gran Capítulo General del Rito Moderno y Francés de Portugal
Miembro Honorario de la R.·. L.·. Estrela do Norte nº 553 del Grande Oriente Lusitano
Gran Canciller para Europa del Gran Oriente Nacional Colombiano
Miembro Honorario del Soberano Supremo Consejo del Grado 33 para el Escocismo de la República del Ecuador
Miembro Honorario del Supremo Consiglio del 33º ed Ultimo Grado del R.S.A.A. per l’Italia e sue Dipendenze
Miembro Honorario del Supremo Consiglio del 33º ed Ultimo Grado del R.S.A.A. per l’Italia e sue Dipendenze
Miembro del Suprême Conseil du 33e Degré pour la France du Rite Ancien et Accepté (Cerneau's Rite)
Pasado Presidente de la Confederación Internacional de Supremos Consejos del Grado 33º del R.·. E.·. A.·. A.·.
Muy Poderoso Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo del Grado 33º para España del Rito Antiguo y Aceptado (Rite de Cerneau)
Pasado Presidente de la Confederación Internacional de Supremos Consejos del Grado 33º del R.·. E.·. A.·. A.·.
Muy Poderoso Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo del Grado 33º para España del Rito Antiguo y Aceptado (Rite de Cerneau)
Gran Comendador del Soberano Gran Consejo de los Príncipes del Real Secreto de España, Rito de Perfección.
Masonólogo
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